Friday, March 28, 2008

Critica de Pilar Altilio

José María Casas / obras 2004 - 2008

Parte del todo

Cuando trabajo en un texto que narra el recorrido de un artista, tomo en cuenta siempre la manera en que manifiesta su deseo de sostener el trabajo con la imagen; ardua tarea que está formada por pequeñas y grandes decisiones cotidianas, que llevan a forjar un currículum el cual se ensancha, todo el tiempo, con nuevos proyectos. Esta actitud es una marca distintiva de lo que genera un buen artista y es algo que me permite valorarlo.

Luego está la capa que da forma a cada cambio, sedimento de lo que es un proyecto nuevo. Esta es una sustancia que despierta mi mayor interés, ya que en esa lectura se puede observar, en aquello que hace cada artista - y siempre en mi modesto entender- algunas de las características que lo expresan en una identidad particular.

Finalmente - y dicho esto sin cerrar el proyecto de análisis de una producción - está su propio discurso frente a mí, que me hace situarlo en alguna de las grandes tradiciones argentinas tanto como valorar si piensa como un contemporáneo o repite fórmulas de la modernidad.


I

Hay tres líneas de trabajo muy visibles en su última producción. Las tres sostienen, de distinto modo, su marcada abstracción.

La premisa del fondo apenas trabajado, que converge en la forma de la figura haciendo que éste mantenga un peso significativo, es una de las marcas especiales de su obra. Cuando enuncia mediante la elocuencia de pequeñas formas, sobre el blanco contenedor del plano, se ven densidades del color y la forma que dan un buen equilibrio compositivo apoyado en las dos posibilidades de ambos elementos del lenguaje plástico. Son obras que manejan un lenguaje expresivo de breves narraciones, sobre la base de la repetición o variaciones del mismo concepto. Contienen esa especie de definición pictórica en donde no es necesario abundar en detalles: todo se sostiene dentro del plano y busca hacer participar plenamente los mínimos componentes del trabajo, incluidos los bordes.

Se enmarca particularmente en una gran tradición abstracta argentina que bucea la planimetría mediante el uso de una fórmula simple: color y formas en una densidad espacial. Obras de los esencialistas como César Blanco, también marplatense, quien produce con más riqueza en el colorido,- siempre de ajustados tonos pastel-, se conectan claramente en la manera de dejar peso en el fondo, como una parte importante de la composición; usando la abstracción como lenguaje.

El color puede variar hasta el opuesto, negro sin concesiones. Estas obras que parten de dicho fondo negro, no consiguen a mi modo de ver algo tan valioso como el propio blanco, aunque hagan vibrar el color de un modo particular. Son interesantes, sin embargo, las obras que saltan del plano y colocan tres o más partes ensambladas que luego se transforman en una sola, cuando la forma aparece. Rozan la posibilidad de la forma auto sustentable, recreando la materialidad de una escultura o una de las formas de los primeros minimalistas argentinos, como Alejandro Puente en su época de estructuras primarias, aunque en su caso el color estuviera siempre ausente. Esta tradición de agrandar el concepto cuadro proveyéndolo de partes que se conjugan, también tuvo buenos efectos en Felipe Noé, cuando llega hasta dar vuelta las telas para buscar el lado negativo de la imagen o que el soporte estallara en su planimetría y diera algo más de sí. Es una variación que creo puede dar muchas posibilidades al trayecto de José María como artista nacional.

Hay una variante que me parece sumamente interesante. Es cuando trabaja sobre la superficie de modo casual, usando el recurso lúdico de hacer correr sobre la tela el color diluido o la densidad del mismo casi salido del pomo, apenas mezclado. Este proyecto que tiene larga historia dentro del arte internacional, nunca produce el mismo resultado, aunque se usen los mismos productos y el mismo plan de acción. Es claro que se apoya en lo azaroso, pero no deja lugar a dudas el que hay una parte del proceso que el artista siempre encauza, corrige o detiene a tiempo, consiguiendo cerrar la tela con un modo particular de afrontar su propia imagen. Sobre este punto hay algo que me interesa destacar. Eduardo Hoffman, -argentino y activo participante de la década del ochenta que significó acá y en el mundo una vuelta a la pintura de grandes dimensiones-, busca en la tela algo que está en el aire, mediante sucesivas impresiones y borrones de lo que va colocando en una euforia casi caótica sobre la tela. El resultado de José María es similar: las manchas se "mueven" en alguna dirección, cayendo por propio peso o por manipulación hacia alguno de los ejes que equilibran el plano de base. Hay una obra de Casas que me gusta mucho mirar con detenimiento, pues está llena de una sustancia pictórica apenas reconocible de color que realiza una espiral hacia adentro. Es una obra donde aparece un acorde casi musical, conectado con la obra donde el fondo pesa mucho; pero con una mejor convivencia, porque hay un magma casi vacuo que se llena de pequeños toques que dan lugar a imaginar posibles lecturas de lo que "vemos" allí. Expresa muy bien el vacío y lo que podemos proyectar sobre la tela, rozando la melodía apenas audible, que por esto mismo atrae nuestra atención.


II

Como todos sabemos, el arte contemporáneo tiene muchos mentores pero hay un punto donde todos convergen y es el de considerarlo en esta categoría mediante el análisis de la producción, la presentación y la circulación de la obra de arte en el contexto actual.

Pensar un producto artístico está muchas veces plagado de una serie de dispositivos de producción que se apoyan o copian modelos preexistentes como los de la publicidad, las presentaciones de productos, la cartelería o la comunicación visual en general. Se presentan como puestas en escena de similares características en donde siempre hay algo que induce al espectador a pensar el equívoco y dilucidar el nuevo significado provisto por esta relocalización de un dispositivo. Este tipo de obras no circulan fácilmente por espacios donde sólo se cuelgan obras, requieren un contexto arquitectónico que ficcione mejor el producto exhibido y necesitan, claro está, de la complicidad del espectador para conseguir seguir la dirección de sentido renovado que aporta este proyecto.

José María ha trabajado en esta misma dirección usando la forma en la cual se exhibe una camiseta de un jugador en un bar temático, pero cambiando el mensaje. Cada color es una marca individual en el modo de la frase enunciada por las Madres de Plaza de Mayo cuando sostienen que cada persona cuya vida se perdió tiene una analogía con el color que puede definirse mediante algunas evidencias de agrupamiento pero con toda la expresión que cada uno con sus matices tiene. Estas nuevas marcas son para él la pérdida de sentido que muchos de sus compañeros van dejando en la medida que circulan por la noche de su ciudad, Mar del Plata, capital del "ruido" nocturno desde hace décadas. Apariencia de alegría encapsulada o conseguida por sustancias que significan una nueva generación que se pierde o se deja morir, por otros supuestos, en un contexto que hace gala de su ceguera para entender el proceso desintegrador.

Elegí este último proyecto para cerrar este trabajo de aproximación a su obra porque creo que permite evidenciar algo claro. Casas no deja de avanzar en varios planos. Admite la experimentación como parte de una búsqueda abierta que va hacia el encuentro tanto como usa la composición para asegurarse que hay un orden planificado en un universo que él propone como armonioso y claro. Pero también bucea en el discurso de compromiso con su tiempo y su generación. Son potencialidades abiertas que me complace mirar con detenimiento, que resultan significativas en la medida en que su trabajo gana territorios nacionales e internacionales, que permiten lecturas acerca de su universalidad tanto como su singularidad. Sigo con particular interés el trayecto que están haciendo artistas de su generación. Tienen en común una clara materialización de su deseo de sostenerse como artistas visuales mediante acciones diarias y aprobadas por su entorno, tanto como ampliar lo expresivo mediante una selección de propósitos que da cuenta su oficio en curso de evolución. Pero se muestran preocupados por enunciar desde algún lugar particular, que viven en una sociedad que está buceando su hibridación para dar cuenta de su propia y particular mirada, para nada distraída de las cosas que duelen. Y en esto creo que José María puede dar un plano activo de sus circunstancias, de las cosas que hereda como discurso de artista emergente y de las que produce desde su lugar de identidad.

Pilar Altilio

Marzo 2008

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